Jahan lleva meses buscándolo. Ha construido desde los cimientos un
palacio de espejos y reflejos. Laberintos de habitaciones, baños y
estancias de esparcimiento de las que las paredes no hacen más que
devolverle su propia imagen. Jahan ve a Jahan en todas partes pero sigue
sin encontrarlo. Le ha parecido haber dado con él muchas veces, en una
esquina, en el infinito de un tunel de ilusión. Le ha perseguido a
tientas, a la carrera y en sueños, pero siempre, siempre, SIEMPRE, se
esconde entre sombras.
Una noche, habiendo bebido, se acurruco en la esquina más oscura de su castillo de espejos y espejismos. Lloró desconsoladamente, levantó la vista y odió a los millones de Jahans que le rodeaban. La emprendió a golpes con todos ellos, odiando hasta el último de los destellos de irealidad que desprendían. Despertó exhausto, resacoso y rodeado de miles de millones de fragmentos de cristal, desde los que miles de millones de nuevos Jahans lo miraban con la tranquilidad que da el haberlo perdido todo.
Ese día empezó la realidad. Dejó de desesperarse, dejó de impacientarse y empezó a convivir con cada uno de sus reflejos. Estaba el de las mañanas, irascible, perezoso, poco agraciado. El de después del café, uno de los que le caía mejor, era hablador, impaciente y chistoso. El apesadumbrado, el valiente, el triste, el confiado, el de después de comer, el onanista, el seductor, el que no soportaba tenerlo cerca mientras se alivia en el baño... Todos tenían su momento y todos le acompañaban sin remedio.
Jahan, insisto, lleva meses buscándolo. No ha encontrado aun el original. Ha hablado con sus compañeros de vida, ha divagado, ha discutido y ha acabado por darlos/se por imposible. A cada paso que da encuentra un espejo que le impide avanzar.
ART.
theclockworkmelon.blogspot.com
Una noche, habiendo bebido, se acurruco en la esquina más oscura de su castillo de espejos y espejismos. Lloró desconsoladamente, levantó la vista y odió a los millones de Jahans que le rodeaban. La emprendió a golpes con todos ellos, odiando hasta el último de los destellos de irealidad que desprendían. Despertó exhausto, resacoso y rodeado de miles de millones de fragmentos de cristal, desde los que miles de millones de nuevos Jahans lo miraban con la tranquilidad que da el haberlo perdido todo.
Ese día empezó la realidad. Dejó de desesperarse, dejó de impacientarse y empezó a convivir con cada uno de sus reflejos. Estaba el de las mañanas, irascible, perezoso, poco agraciado. El de después del café, uno de los que le caía mejor, era hablador, impaciente y chistoso. El apesadumbrado, el valiente, el triste, el confiado, el de después de comer, el onanista, el seductor, el que no soportaba tenerlo cerca mientras se alivia en el baño... Todos tenían su momento y todos le acompañaban sin remedio.
Jahan, insisto, lleva meses buscándolo. No ha encontrado aun el original. Ha hablado con sus compañeros de vida, ha divagado, ha discutido y ha acabado por darlos/se por imposible. A cada paso que da encuentra un espejo que le impide avanzar.
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